Todo el mal de la indiferencia

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El Día internacional en memoria de las víctimas del Holocausto es la vacuna contra el virus del nazismo para evitar que se reproduzca en el tejido social actual. Después de haberlo estudiado en la escuela, leído en libros y visto en innumerables declinaciones cinematográficas, somos capaces de reconocerlo y desplegar nuestras fuerzas en caso de que intente volver.

Nos incumbe educar a la gente manteniendo vivo el recuerdo de las injusticias cometidas por naciones enteras en el pasado, sin embargo, la claridad arrojada sobre todos los ángulos del nazismo ocurrido hace ochenta años proyecta peligrosas sombras sobre las mutaciones que escapan a nuestra conciencia, a nuestro estado de alerta y a nuestra capacidad de reacción.

La anestesia que adopta el virus para abrirse paso de nuevo en la conciencia de la gente es la indiferencia, porque “cuando crees que algo no te toca, no te concierne, entonces el horror no tiene límites. Las atrocidades de ayer, hoy y mañana siempre florecen a la sombra de esta palabra. Es como presenciar un naufragio desde una distancia de seguridad; no importa lo grande que sea el barco ni cuántas personas lleve a bordo: el mar se lo traga y, un momento después, todo vuelve a ser como antes. Ni una ola en la superficie, ni una ondulación. Sólo una inmóvil extensión de agua salada”. (extracto de “La memoria nos hace libres” de Liliana Segre)

Pensemos en los miles de emigrantes en busca de migajas de prosperidad occidental basadas en el expolio de sus países de origen y que, para huir de guerras y choques climáticos, mueren cada año en la travesía del desierto y el mar Mediterráneo. Pensamos en los trabajadores dispersos por el mundo explotados en campos, fábricas y minas, obligados a jugarse la piel de mil maneras por un salario que nunca les saca de la miseria.

La connivencia de la gente corriente con el movimiento político del nazismo, incluso durante su fase más cruel e inhumana, se hace eco de la connivencia de la sociedad actual con el capitalismo, que cada día declara culpables a millones de personas por haber nacido en el lado equivocado del planeta. Y por si la violencia estructural perpetrada hacia nuestros congéneres no fuera suficiente, arremetemos en nombre de la indiferencia contra los hábitats de todas las especies del planeta, incluidas nosotras mismas.

Por desgracia, nos dejamos llevar por la conducta de una masa de la que es difícil desprenderse, porque la socialidad nos ha llevado al siglo XXI tras cientos de miles de años de evolución, sin embargo ahora puede llevarnos a la extinción en un abrir y cerrar de ojos.

Si escapar de la marea es imposible, desafiar la corriente es necesario y para ello debemos reconocer nuestras contradicciones, porque cuando trasladamos nuestro pensamiento a una idea colectiva nos comportamos de manera estúpida. Dicho de otro modo, cuando pasamos del yo al nosotras, muchas acciones que tú nunca harías nosotras las haremos. Muchas cosas que tú nunca permitirías, nosotras las permitiremos.

Debemos darnos cuenta de ello urgentemente, porque sólo cuando nos alejemos de nuestras contradicciones daremos por fin pasos hacia la libertad.

La libertad de todas.

Francesco Q.

[Texto escrito a propósito del Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto, el 27 de enero, y de la tragedia migratoria con decenas de muertos ocurrida en las costas de Calabria, al sur de Italia, el 26 de febrero de 2023]